sábado, 23 de septiembre de 2017

Porque las nubes son blanditas

Voy a volar.

En cualquier momento
voy a volar,
así que ten cuidao:
que vuelo.

Que en cualquier momento me piro,
que te querré menos,
que no siempre podré regar
las flores de tus dedos,
que no siempre podré pintar
otros corazones
de acuarela,
que a veces solo queda el negro
en mi paleta de colores
de tanto querer usar los otros.

Y el gris:
puede que ese también
lo encuentre intacto.
Prometo intentar
usarlo más.

Prometo intentar no salir corriendo
detrás de cada mariposa fluorescente
sin importarme que sea por mar
o por montaña...

Pero también prometo hacerlo.

He leído libros
donde existían personas
como yo.
Escritos por ellas mismas.

Todas ellas corrían
y se daban de hostias
una y otra vez,
aprendiendo con ello
constantemente.

Todas ellas tenían
la sonrisa más grande
y la tristeza más grande,
tan grande como el universo.

Y sufrían
cuando sufría el resto
y no sufrían
cuando se lo decía el resto;
cuando decían “haz esto
o aquello”
ellas reían,
preciosas como libélulas.

Pero lo que quería decirte es
que sé volar.

Que no tengo miedo de caerme
si no encuentro a tiempo
árbol donde posarme
porque sé levantarme sola
aunque a veces dude
de mí misma.

Así que no intentes ser árbol
y grítame a la cara que puedo.

Y que te encantan mis plumas.

Una siempre vuelve
adonde la apreciaron.

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